viernes, 18 de junio de 2010

a las cinco de la mañana

A las cinco de la mañana, tengo motivo
para dar gracias por mi respirar, a las
cinco de la mañana siento mis celos por
la almohada al acariciar tu rostro,
a las cinco de la mañana se despiertan
los deseos, los anhelos de hombre y mujer.

Es esa hora cuando me consume el día
con reto sobrio, desencajándome del
vientre y el pecho mi amor por ti,
llamándome con grito y tu eco al amor
correspondido, cuando al brillo de
tu corazón despertador son hechos números,
me arrebata el día tu compañía.

A las cinco de la mañana, me convierto
en figura plástica, que se adapta a tu
forma de vida, que sella cada espacio por
conservar sentimiento perdido al viento,
a las cinco de la mañana ruedan bajo mis
pies mis deseos, mis anhelos, ahí están y
otros nuevos vendrán.

A las cinco de la mañana, nuevamente soy
dueño de mí, al apartar mi alma y mi cuerpo,
cuando lleno de motivaciones tuyas, mis
manos y mi mente, van a la ciudad a robarle
el pan de cada día, que gustoso compartimos
en armonía.

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Calla amada, que aun no es las cinco de la mañana,
—traté de murmurar—, sus dedos en mis labios
haciéndome la cruz, mientras el sueño me
consumía lleno el pecho del aroma de mujer
enamorada, un eterno suspiro me embargaba.
y... ¿para qué?